lunes, 27 de abril de 2009

Día 3: Vencer el miedo


Lunes
Recorrido: Las Palmas – Los Túneles – Las Palmas – Pocho – Cuna Brochero
Distancia: 96km
Kilómetros acumulados: 216km
A
ltura sobre el nivel del mar: n/a


El día parecía que iba a estar soleado.
Gonza me había comentado mucho que existían unos túneles que se habían hecho entre la montaña hacía larga data. Luego de insistirme bastante emprendimos el viaje hacia ellos, no sin antes desayunar nuestro capuchino instantáneo, sacarnos una foto con Omar y su familia y comprarle una horma de queso casero como gentileza de su hospedaje. Ahh, y arreglar el primer pinchazo de Gonza.
El camino hacia los túneles parecía interesante, si bien este se presentaba con subidas importantes y mucho barro, el entusiasmo era mayor, aunque mi temor era perder tiempo y no llegar a destino.
Durante el camino pasamos por un camping (estimamos que esa era el que nos habían comentado en el día 2) y un restaurante, por supuesto, todo más que desierto. Más allá de que cada tanto aparecía algún que otro ranchito, no tan modernos y personas a caballo.
Por suerte llegamos al refugio de dichos túneles. Por supuesto, ni un alma dentro de este, creo que sólo había una bandera argentina flameando.
Allí, empezamos a pedalear hacia adentro de los túneles. Mi vértigo se incrementaba, ya que la ruta, si bien era asfaltada, era muy estrecha y el precipicio era importante.
Pasamos el primer túnel y me quedé impresionando. Es imponente la obra que hicieron los obreros en esas montañas. Estas que se llevaron muchas vidas hasta terminar la obra.
El camino de un túnel al otro era con un leve descenso, por lo tanto la velocidad era elevada y mi vértigo mayor. Por supuesto, utilicé bastante los frenos.
En el cuarto túnel nos encontramos con un motociclista que venía desde la rioja y c
on una van de excursión que le metía bastante pata.
Ya las nubes estaban por debajo de nosotros, el frío y la humedad se hacían sentir acompa
ñado de una llovizna muy corta. La vista insuperable, estábamos mirando valles muy verdes y por encima de ellos pompones de nubes. A su vez del espectáculo de los cóndores que revoloteaban por ahí.
La verdad, valió la pena desviarnos de nuestro recorrido.
Ya nos acercábamos al mediodía y teníamos que regresar al pueblo. El camino que tanto lo padecimos de ida, lo adoramos a la vuelta. La velocidad arriba de la bicicleta era elevada y más, con la carga que teníamos en nuestras alforjas.
Antes del llegar al pueblo, nos detuvimos en una capillita del Siglo n/a, destrozada, pero cómo típico de lugar turístico, afuera vendían artesanías. A su vez de llegar un contingente de turistas.
Parada técnica en Las Palmas para almorzar nuestras provisiones, ya que en el bar no nos podían preparar nada.
Luego
de engañar al estómago seguimos camino a Pocho. Un pueblo que tiene una plaza principal, una capilla y en las cercanías una sala de medicamentos.
Nos hidratamos en un barcito del pueblo, donde nos pusimos a hablar con su dueña. Ella ya hacía un tiempo que estaba instalada en ese pueblo, luego de haber vivido largo tiempo en Caballito – Capital Federal.
Por delante nos quedaba un camino de tierra muy serruchado y unos kilómetros de ruta para llegar a Cura Brochero o Mina Clavero (nunca supe donde pasamos las 2 noches restantes).
Una vez finalizado el camino de tierra, encontramos un almacén donde tomamos nuestro rico y suculento capuchino ya para encarar los últimos kilómetros del día, pero por asfalto. Estos los padecimos bastante al comienzo, ya que el terreno era bastante plano, pero el viento nos hacía pedalear como si estuviéramos en subida. Esto ocurrió hasta que de repente a nuestros pies teníamos el pueblo de Cura Brochero.
Por sue
rte la llegada a este fue en descenso por ruta, por ende, la velocidad eran elevada :-)
Llegamos al pueblo, pasamos por Información Turística y nos fuimos a un camping a la vera de un río. Por fín, esa noche íbamos a tener una ducha con agua caliente como la gente.
Una vez instalados en el camping, armamos la carpa, y nos dirigimos al pueblo para reabastecernos en el supermercado y arreglar otra pinchadura de Gonza.
Esa noche se me ocurrió hacer un asado. Comimos asado, gracias al fuego que nos brindaron las personas de al lado de nuestra carpa. Ya que nos fue imposible (hasta con las bolsitas de aserrín y kerosén) hacer un fuego como la gente. Luego de un rico asado nos desmayamos hasta el otro día, una forma de decir, ya que a mitad de la noche y con un frío importante escuchamos ruidos al lado nuestro, lo que hizo que Gonza saliera a fijarse que era este. La noticia no pudo ser peor, el asado de más que habíamos hecho y dejado en la parrilla para el otro día, lo había agarrado el perro del camping.


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